miércoles, 22 de diciembre de 2010

Siempre he querido ser escritor

Siempre he querido ser escritor

Por Ignacio del Valle.

Siempre he querido ser escritor. Pero me decían que para ser uno de los buenos, de esos que luego entierran en panteones y van a parar a los libros de texto, lo de menos era escribir. Lo esencial era ser un borracho y que te diera por las actitudes malditas, meterse coca, fumar porros, montar el caballo. El problema es que yo de hípica, poco, el alcohol me sentaba fatal, el humo me provocaba asma, y lo de meterme cosas por la nariz, igual que metérmelas por el culo: no me hacía ilusión. A cambio, iba ganando algún premio, me publicaron mi primera novelita. Pero nada, ellos erre que erre, que eso no valía porque para ser escritor, strictu sensu, había que estar contrito y deprimido todo el santo día, y solitario, y ambulatorio, con cara de ido. Que la felicidad estaba mal vista por los amos del cotarro. Sin embargo me resultaba difícil, incluso vergonzoso reconocerles que mi vida sexual iba estupendamente, y que no acababa de encontrarle sentido a lo trágico, a lo violento, a lo destructivo, como me repetían que había establecido un ruso hacía un par de siglos, que parecía ser una especie de guía Michelín para escritores, para los de verdad, me refiero. Mientras, me publicaron mi segunda novela y empezaron a hablar de mí en la capital. Pero ya les digo, que nada, que eso no era ser un escritor, me reiteraban: que por lo menos, aunque no me sintiese agobiado, tenía que añorar estarlo, tenía que sentirme intranquilo por no estar jodido, con depresión, por no fustigarme; y hablar de la muerte y el asco y la rabia y el hastío y la indignación y denunciar lo cretinos que eran todos menos los de nuestra tribu. Pero qué se le va a hacer, a mí el mundo no es que me pareciera un bicoca, pero tampoco era como ser del Atlético de Madrid, y que de momento a mí me abrazaban y me daban algún beso y la vajilla en mi casa seguía intacta. Y lo de los cretinos, en fin, que todos tenemos una mala tarde, ya lo decía Chiquito. Entretanto, me publicaron en el extranjero y ya tengo mi primer club de fans. Pero ahora han empezado a chillarme y a decirme que lo mío debería estar prohibido y que me van a dar un par de hostias porque mi nombre está empezando a sonar en premios muy gordos y yo sigo sin ser un siniestro total, como ellos. Que no, que no hay derecho, me recalcan. Y en los últimos tiempos, entre esporádicos lloriqueos, lo que más me echan en cara, lo que realmente les parece un crimen, es que en las entrevistas diga que sí, que efectivamente y en contra de su resolución, yo soy un escritor, uno que tiene esperanzas, pero lo peor, lo más ruin, lo más despreciable e indigno, lo que jamás me perdonarán, me gritan, es que me empeño en sonreír en la solapa de mis libros.

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