jueves, 4 de julio de 2024

El titiritero

 Y tras bambalinas, operando entre las sombras, oculto a los ojos de los pequeños mortales. Maneja los hilos, el titiritero. Se rie de sus propios chistes, sin ningún temor al ridículo deja fluir su imaginación, improvisando diálogos y movimientos. Los muñecos no sufren, los muñecos no sienten, los títeres son esclavos de los caprichos de su dueño. ¿Por qué entonces habría de sentirse culpable? ¿Por qué entonces habría de tener escrúpulos? En este juego donde puede ser amo y señor, sentir que la embriaguez del poder lo inunda, y el titiritero la abraza con regocijo.

Y mientras tanto, en el escenario, el títere sin corazón no sufre el desamor y el dolor de la traición de su amada, aunque los espectadores más sensibles puedan empatizar con estos sentimientos, probablemente pensando más en sus propias experiencias.

Y ahí vemos los ademanes y gestos de desesperación que atormentan a nuestro héroe, impresos, claro está, por el corazón insensible de su director y guionista.

Y en la otra punta, vemos a la dama, ajena al llanto y a la angustia que su ingratitud ha desatado, la vemos sonreír, la vemos bailar, la vemos caminar bajo el sol.

No tiene corazón, pensará la audiencia conmovida por el corazón roto del héroe.

El titiritero, sabe que es asi, literalmente así.

Pero… ¿Realmente no tiene corazón?

Podríamos preguntar al desvalido varon, cuyos hombros caídos cuelgan como sostenidos por dos invisibles hilos.

Despechado, dirá que no. Que no lo tiene.

Enamorado, dirá que sí, aunque no le pertenezca.

¿Cuál sera la personalidad que el maestro le dió?

Ninguna. Es solo un muñeco. Piensan todos al salir del auditorio.

Ninguno, ni siquiera el hombre entre las sombras, lo verá llorar en silencio, acurrucado en el rincón oscuro de la caja donde reposa hasta la próxima función.

No hay comentarios: