jueves, 20 de octubre de 2011

SuperHeroe

Estaba enojado, furioso, ya ni se porque. Iba pateando piedras con saña, les apuntaba y tiraba la patada. La tercera fue la vencida, como suele decirse, era mas grande de lo que me pareció al primer vistazo. La agarre de lleno con el dedo gordo, no se movió ni dos centímetros, era pesada. Lo que no puedo olvidar es el dolor en el pie. Me puse a dar saltos y alaridos como un loco, pues este percance me encegueció aun más, y completamente fuera de mí la tomé con ambas manos.

Fue el destino el que decidió que aquel gigantesco perro debía pasar por allí en ese instante, mas yo no vi un perro, vi un blanco sobre el cual descargar mi brote de ira, y sin pensármelo dos veces le arrojé el cascote. Durante las milésimas de segundo en que permaneció en el aire me sentí Guillermo Tell. Si Guillermo Tell hubiera tirado piedras en vez de flechas, y si su blanco hubiera sido un perro y no una manzana sobre la cabeza de su hijo.

Como te digo, esa sensación duro un instante, porque cuando escuche el aullido de dolor del pobre animal me sentí enfermo, bah, culpable, sentimiento este que hizo desvanecer la ira que me había invadido.

Mas sereno, me acerque al animal para ver si podía socorrerlo, durante dos pasos me sentí veterinario, claro, yo no contaba con que el pobre bicho pudiera sentirse ofendido por mi brusquedad.

Lo vi alzar la cabeza y sonreírme, recuerdo haber pensado que seria el actor perfecto para una publicidad de dentífrico canino, relucientes y brillantes eran todos los colmillos que me mostraba.

El sonido ronco que salio de su garganta me dio a entender que no era una sonrisa lo que me estaba regalando. Con el primer gruñido deduje que me estaba amenazando, y me sentí ofendido, por su desagradecimiento, pensando que yo solo me acercaba para ayudarlo.

Lo vi levantar el hocico y aullar al cielo, recuerdo que pensé en la película del hombre lobo que había estado viendo la noche anterior, y solté una carcajada, medio forzada en realidad, porque estaba destinada a aflojar los nervios y ahuyentar el temor que me producen estas películas.

(Ni hombres lobo, ni vampiros, ni fantasmas son cosas que me diviertan, pienso que uno no debe reírse de lo que no sabe, o no conoce)

Como sea, el perro se tomo a mal que yo me riera, y dio un paso al frente, amenazante. A esta altura yo ya no me sentía muy veterinario y rezaba para que me salieran alas, aunque me conformaba con empezar a sentirme maratonista por unas cuadras.

Nuevamente vi que alzaba el hocico, note un hilillo de sangre que corría entre sus ojos. Con la mirada fija en mi, olfateo el aire, se que olio mi miedo, porque volvió a mostrarme los dientes, y esta vez, si fue una sonrisa. Imagino que es la clase de sonrisa que pone el diablo cuando ve llegar nuevas almas al infierno, como una sonrisa de goce prematuro.

El asunto es que dio un paso mas hacia mi, que estaba paralizado de terror, flexiono las piernas y supe que se iba a abalanzar sobre mi.

Trague saliva y note como se me humedecían los ojos. Pensé que eso me pasaba por querer ayudar a los perros heridos.

Instintivamente di un paso atrás, despacio, tratando de aparentar una calma que estaba lejos de abrigar.

Sentí mi talón choca contra algo, y no me hizo falta ser adivino para saber que en un segundo me encontraría tirado en el piso completamente indefenso a merced de la bestia.

Tengo que admitir que me largue a llorar como un bebe cuando por el rabillo del ojo vi acercarse la sombra del perro, que evidentemente había hecho el juramento de deshacerse de mi, reduciéndome, moralmente primero, lo cual ya había logrado, para luego encargarse de despedazarme “a piaccere”.

Ahí fue cuando sucedió.

No lo vi llegar, ni se de donde salio. Pudo haberse materializado de la nada, como pudo haber bajado volando del cielo, o quizás salio de debajo de la tierra, lo cierto es que estaba ahí, a mi lado. Cuando voltee a mirarlo llevaba un palo en la mano derecha, y lo azuzaba en el aire.

Entre mis lágrimas lo vi resplandecer.

Caminaba recto, sin vacilar hacia el animal, gritándole que se fuera y mirándolo fijo a los ojos.

El perro reculo unos pasos, supongo que se lo pensó dos veces, enfrentarse a un tipo de ese tamaño no seria fácil ni para un mastin. Además era notorio que el hombre no le temía. Así que lo vi darse la vuelta y retirarse despacio, mirando por sobre el hombro, como si quisiera dar a entender que no había sido vencido, sino que se retiraba por propia voluntad, por no querer asesinar al hombre que lo enfrentaba.

Pero yo se que no era asi, porque lo vi en sus ojos, detrás de esa aparentemente digna retirada, estaba el terror. Miedo a ser destrozado por la fría mirada de este ser que había venido en mi ayuda.

El perro temió verse envuelto en una batalla que ningún animal, ni ser humano podría ganar.

¿Cómo se puede vencer a alguien que respira fuerza, cuya voluntad de hierro puede someter con el solo ímpetu de su mirada?

Ni siquiera le hizo falta golpearlo.

Eso era un Superhéroe, a mi no me engañan.

Quise levantarme, pero la caída había sido dura y me dolía terriblemente la pierna.

Senti dos manos que me alzaban del piso con facilidad, como si yo fuera de papel. Con una mano enjugo mis lagrimas y me sonrio. Te juro que esa sonrisa podria iluminar la noche mas oscura.

Me senti tranquilo. Sosego mi desbocado corazon con una caricia y me senti seguro.

Me habia salvado la vida.

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La señorita Mariana de sala verde se acerco a los chicos que estaban sentados en el patio, bajo la poderosa sombra del viejo nogal.

Chicos, es hora de ir a la salita, termino el recreo – dijo con dulzura.

Los tomo a ambos de la mano y con un guiño pregunto:

¿De que hablaban tan seriamente? –

Agustin, con la mirada radiante de orgullo respondio:

Le estaba contando de mi Papa. –

FIN

HERNAN CERONI

19/10/2011

5 comentarios:

Anónimo dijo...

con lagrimas de orgullo

Berni dijo...

Identificaos por favor!!

Aye dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Andrea AB dijo...

Buenisimo!!

Marce Lencinas dijo...

Ya te dije varias veces: espero el libro.. y x favor, autografiado... ;)